Hola, que tal, esperando como siempre te encuentres muy bien, bienvenido de nueva cuenta a este espacio en el que comparto algunas experiencias sobre viajes y fotografía.
En esta ocasión toca el turno de 2 lugares que mi novia y yo visitamos durante las vacaciones de semana santa de 2018. Dzibilchaltún y Cuzamá.
Dzibilchaltún
A menos de 30 minutos de Mérida se llega a la zona arqueológica de Dzibilchaltún, la cual se encuentra protegida por el INAH.
En Dzibilchaltun hay varias estructuras arqueológicas, siendo una de las más famosas la “casa de las 7 muñecas”. El objetivo de nuestra visita fue, principalmente, entrar a un cenote que se encuentra prácticamente a ras de suelo, el cenote X’lacah (voz maya que significa “pueblo viejo”), el cual se encuentra a un lado de una de las estructuras (la estructura 44). En la antigüedad, este cenote proveía de agua a la población de Dzibilchaltún, pero también era un lugar de ofrendas y sacrificios al dios de la lluvia, Yuum Cha’ac…., que bueno que al momento de llegar al cenote ni nos pasó por la mente los usos que se le daba, no me hubiera metido pensando que estaría nadando en el punto exacto donde se les había dado cuello a bellas doncellas a favor de Yuum Cha’ac. Desconociendo esto, nos zambullimos en unas aguas muy frescas, de colores verdosos y azulados (dependiendo de la iluminación se observa una u otra tendencia en la coloración) de una transparencia tal que se observaban, sin mayor problema, a los peces y las piedras del fondo.
El cenote tiene una forma semi circular, en las orillas hay varios árboles no muy frondosos ni altos, pero que dan un poco de sombra y tapan el sol que pega directamente a ciertas horas. Hay zonas bajas y zonas profundas. El centro está cubierto por vegetación acuática en la que no se puede nadar, pero sí estar parado refrescándose. De acuerdo con este artículo, hay una zona en la que, debajo de la plataforma (orilla), hay un acceso (cueva) con una profundidad de unos 48 metros, lo cual puede ser un poco peligroso si alguien se atreve a entrar.
Por nuestro lado, solo estuvimos mojándonos pasivamente cual marmotas, disfrutando del agua sin más ni más. Solo salimos de ahí porque teníamos programada una visita a otro pueblo que está un poco más retirado que Dzibilchaltún. Cuando salimos del agua, nos cambiamos y recorrimos parte de la zona arqueológica, específicamente la estructura 44 que se encuentra a un lado del cenote. Ahí hice una pequeña sesión fotográfica utilizando a mi novia de modelo y aprovechando el cielo sin nubes y la luz que caía a plomo.
Si en algún momento visitas Dzibilchaltún, no olvides un bloqueador solar, pero no te lo pongas si vas a entrar al cenote, hazlo solo hasta que hayas salido de ahí. En la poza hay variedad de vida marina, animal y vegetal, que se ve afectada por el uso de estos productos.
El acceso tiene un costo de unos 65 pesos, y se encuentra abierto de lunes a domingo de 08:00 a 17:00 horas. Si llevas bolsas grandes con comida, equipo fotográfico u otras cosas, no podrás ingresarlas, por lo que deberás dejarlo en paquetería.
Cuzamá
Después de nuestra visita a Dzibilchaltún, nos dirigimos al poblado de Cuzamá, el cual cuenta con 3 cenotes a los que se puede acceder por medio de un carro de rieles tirado por un caballo. Este transporte se conoce como truck y era utilizado antiguamente para transportar las cargas de henequén desde las plantaciones hasta las bodegas de la hacienda.
Entrando al poblado, un niño en bicicleta se nos acercó y nos ofreció llevarnos al lugar de donde salían los trucks, llegamos y nos subimos a uno de esos carritos, los cuales tienen espacio para llevar a 4 personas cómodamente, y 2 conductores. Cada carro es tirado por un caballo que normalmente va trotando a un lado de las vías.
Nuestro caballo, de color café rojizo, iba a buen paso y no tardamos mucho en llegar al primer cenote el cual solamente vimos por fuera, antes de seguir el camino hacia el segundo que era el que prometía un buen rato entre sus aguas. Debido a la hora a la que llegamos, solo podríamos visitar 2 de los 3 cenotes, pero en el segundo, nuestro guía nos permitió estar bastante tiempo dentro del agua, así que no tuvimos problema con no visitar el tercero.
El sendero por el que corren las vías se encontraba, en ese momento, custodiado a los lados por matorrales y arbustos un poco secos. En sí, el paraje se veía algo árido, pero supongo que habrá otras fechas en las que los arbustos y matorrales se pintaran de color verde, dando otra vista al paisaje. El paseo, si se hace ya entrada la tarde, se podría prestar para ir contando anécdotas o alguna de las leyendas yucatecas que no son pocas y que, cuando son bien narradas, logran atrapar y hasta dar un poco de miedo (Aluxes, Xtabay, Huay chivo, etc).
Cuando llegamos al segundo cenote, nos sorprendió ver que este se encontraba en una cueva, varios metros bajo el suelo, y para llegar ahí debíamos bajar por unas largas, delgadas, empinadas y viejas escaleras que parecían haber sido construidas al mismo tiempo que la hacienda. Bajamos por ellas y ahí estaba, un cenote de aguas profundas y azules, limitadas por paredes de una cueva cuya única salida era aquella por donde habíamos entrado. Nos preparamos con visores, esnórquel y chalecos (mi novia iba bien preparada, ella hasta sus aletas se puso). El agua, al primer contacto, se sintió fría, pero después de un rato el cuerpo se acostumbró a la temperatura. La luz era algo escasa y lo era más a cada momento que pasaba, por lo que la cueva no se alcanzaba a ver con total claridad. El lecho del cenote apenas se alcanzaba a apreciar, pero era suficiente para distinguir que se encontraba a buena profundidad.
Aquí te dejo un vídeo de Gustavo Moguel donde podrás ver cómo son los cenotes de Cuzamá, o puedes ver este otro vídeo directamente en YouTube.
Mantener la cara dentro del agua, respirando por el esnórquel, y no viendo nada más que un fondo tenue y un poco oscuro, me daba cierta sensación de misterio, y hasta de temor (miedos infundados por un pequeño trauma que me dejó una peliculita de los 70s cuyo protagonista era un tiburón que se zampaba a todo aquel que quedaba entre cualquier superficie y su boca), pero cuando lograba mantener la calma, disfrutaba sentir el cuerpo lívido, flotando libremente en el agua, escuchando en ocasiones el silencio y en otras, los ruidos de la otra gente que ahí se encontraba. Realmente el tiempo que estuve dentro del agua, lo disfruté mucho, tanto que ahí no hice fotografías, simplemente olvidé la cámara, si acaso tomé algunas con el celular, pero de no muy buena calidad.
Al regresar con nuestro guía, la tarde ya estaba cayendo. Mientras regresábamos al pueblo en el truck, atrás quedaba el sendero bajo una luz tenue y anaranjada, mientras el aire terminaba de secar la poca humedad que aún quedaba en nuestros cuerpos. Hice un par de fotografías tanto de nuestro caballo que seguía el sendero con un andar rápido pero suave, haciendo que su crin se moviera de un lado a otro, como del sendero que quedaba atrás de nosotros. En el pueblito, bajamos del carro y nos despedimos, pero antes de terminar el paseo, vi las ruinas de lo que antes había sido la hacienda, y no pude evitar hacer fotografías de ellas imaginando cómo habría sido la hacienda en sus mejores años, antes habitada por personas, patrones y trabajadores y ahora, llenas sus ruinas de insectos, vegetación y, tal vez, algún que otro espíritu que se ha negado a desprenderse de ese lugar y sus recuerdos.
Por lo que nos contó una habitante del lugar, Cuzamá no ha recibido mucho apoyo del gobierno para renovar las vías, los carros y demás elementos y hacer más atractiva la zona para el turismo. Los pueblos de alrededor han tenido mejor suerte y han abierto al público paseos similares hacia otros cenotes. La gente de Cuzamá depende, en alguna medida, del ingreso que el turismo les deja así que, si visitas Yucatán y deseas nadar en un cenote, no olvides que en este pueblito tienes una opción más que interesante, ¡visítalos!
Para terminar…
En esta ocasión no hice mucha fotografía en ambos lugares, creo que esta vez me ganó el vivir el momento que el capturar recuerdos. Aún así, capté algunas fotografías que te dejo en la siguiente galería, esperando sirvan para ilustrar un poco las experiencias aquí descritas.
Así fue como pasó este día de visitas a cenotes en Yucatán. Cuando vengas a este estado, no dejes de conocer alguno de los tantos otros cenotes que podrás encontrar aquí, son en verdad, una gran experiencia.
Como siempre, muchas gracias por tu lectura, espero que te haya sido de interés y que algo de aquí te pueda ser de utilidad si estás organizando tus próximas vacaciones. Las fotografías no fueron muchas en esta ocasión, pero espero que las pocas que te presento te gusten. Si deseas apoyar mi blog, no olvides compartirlo en tus redes sociales usando los botones que tienes aquí abajo y, si deseas dejar tus comentarios o preguntas, puedes usar el formulario que se encuentra hasta debajo de la página, ¡utilízalo y déjame saber de ti!
Hasta la siguiente, felices paseos y ¡Happy Clicking!